Volar hacia un dia que no llega

Antes de partir me dije que debía de recordarme cómo empezó todo esto de ir a Calcuta, la razón que propició que este azar germinase, pero no pude pararme a pensar en ello hasta que subí al avión con la lengua fuera. El vuelo de Palma había salido con tres horas de retraso y llegué cinco minutos antes de que cerraran el embarque. Mientras atravesaba Barajas de la T2 a la T4 seguía diciéndome «confía, confía, lo único que tienes que hacer es estar atenta», la frase que me repito desde hace unas semanas.

Aún con el pulso acelerado tras mi carrera por los pasillos, feliz por haber conseguido que mi mochila apenas pese 10 kilos y no tener que facturar,  tomé propiedad de mi asiento y me dispuse a mirar el menú que ofrecía la pantalla que tenía frente a mí, en el respaldo del asiento vecino. Para mi sorpresa ponían a mi disposición más de 100 películas. Entre las novedades encontré «Sufragistas».

El mercado es perverso. Extraña oferta en una compañía aérea de un país en el que las libertades de las mujeres se miden porque pueden hacer deporte, conducir y votar pero ninguna ha alcanzado nunca un cargo político.  La Sharia se impone sobre ellas: la poligamia es legal; un varón qatarí podrá casarse con una mujer no musulmana, pero una mujer no podrá hacerlo con un varón que no profese el Islam; los hijos de un qatarí con una extranjera recibirán automáticamente la ciudadanía, no así los hijos de una qatarí con un extranjero; en las herencias los hijos varones recibirán el doble de bienes que sus hermanas; ante un tribunal es necesario el testimonio de dos mujeres para igualar el de un hombre, de ahí que, pese a estar penadas por las leyes, tanto la violencia doméstica como los abusos sexuales sean relativamente habituales, especialmente contra trabajadoras extranjeras. La violación en el seno de un matrimonio no está tipificada como delito. Por lo que se refiere al contexto en el que me muevo: aunque son libres de hacerlo a partir de los 30 años de edad, normalmente no pueden viajar sin un acompañante masculino y tienen problemas para reservar por sí mismas una habitación de un hotel.

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Ahí tenía la película «Sufragistas» como punto de partida de mi viaje hacia la India, mientras despegaba verdaderamente los pies del suelo. Y fue así, viendo la recreación de aquella parte de la historia, que empecé a recordar uno de los pilares de este viaje: mi deseo de romper esas ataduras invisibles que nos hacen dividir el mundo en «lo normal» y «lo extraordinario», no querer someterme a la lógica de lo previsto, desear tomar aire, más aire, al margen de mis amores, por ellos y sin ellos; para recordarme que la libertad siempre está bajo nuestros pies, en el suelo que caminamos y en las nubes que miramos. No soy la que navega a las órdenes de nadie, aunque mi amor sea el capitán, ni soy la que espera en el sillón a que otros tomen decisiones porque en ese bendito tiempo puedo hacer otra cosa, sencillamente otra cosa. No hacía falta irme a la India para abrir la ventana y tomar aire, pero decir «Calcuta» dibujó una nueva ventana en mi edificio.

Al terminar la película, en los títulos de crédito con los que Hollywood pretende dar veracidad a los hechos narrados, no ví la mención al voto femenino en España, que sucedió en 1931 (mucho antes que en Francia, por ejemplo) tampoco recordaron que uno de los primeros países en reconocer este derecho fue Azerbaiján (en 1919) y que tras él hubo otros países musulmanes que dieron el paso: Tayikistán en 1924, Turkmenistán en 1927. Sucedió antes de que Reino Unido aceptara estas nuevas reglas de juego en 1928. Si vuelo, si sobrevuelo el Mediterráneo en dirección al Indico, es gracias al compromiso de millones de mujeres, olvidadas en su mayoria, que pelearon por una existencia digna exponiéndose, arriesgándose, muriendo. No lo olvido, lo tengo presente en mi vida, tanto como para darme cuenta de que al edificio en el que vivimos le faltan ventanas.

Me asomo por la ventanilla. La noche es densa. María me recuerda que mi partida coincide con la luna nueva. Nuevo ciclo. Vuelo hacia el Este, en busca de un dia que no habré vivido. Aquí arranca la noche cuando allí, en mi punto de destino, amanece.

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